lunes, 30 de noviembre de 2020

1111



1111 días han transcurrido desde aquel día...


El reflejo de sus ojos profundos y el brillo de su hermosa sonrisa, son la imagen que cruza por la mente de ella, al dormir, cada noche. 
Las últimas mil ciento once noches.

Un sin fin de preguntas -aquellas cuya respuesta (al menos eso ella cree), determinan quién uno es- cruzaron por su mente ese día.  ¿Cómo se llama? ¿En qué trabaja? ¿A qué dedica su tiempo libre? ¿Qué música escucha? ¿Cuál es su comida favorita? ¿Cual es su color favorito? ¿Qué cosas le hacen feliz? ¿Qué aspira en su vida?... 

Tras ese encuentro, ella fue descubriendo su propio reflejo en el mejor espejo: sus ojos profundos. 


Mil ciento diez candados, día tras día, ella fue abriendo. 
Las primeras puertas, eran enormes y pesadas. Y una inquietante oscuridad residía tras ellas. 
Aterradores monstruos sepultados, surgieron. Mil ciento diez batallas, ella había librado, para desterrarlos de su alma, por siempre.Al pasar los días, los candados abrían con mayor facilidad, y sus respectivas puertas, se sentían cada vez más ligeras.


Llegó el día en que debía abrir el candado 1111: avanzó decidida a quitarlo. Ella ya no tenía miedo. 
Al abrir la puerta de par en par, tuvo que entrecerrar los ojos: la magnitud de la Luz que ahí había, la deslumbró. Sin oscuridad y sin monstruos, a su alma re-conocía.


Hoy, nuevas preguntas cruzan por su mente. 
Sabe, con certeza, que las respuestas pronto conocerá.


Ilustración: Android Jones
Microrelato: Jessica Soler • Noviembre 30, 2020 • Una historia de la realidad que a veces parece ficción o de la ficción que a veces parece realidad. 

viernes, 23 de octubre de 2020

Almas Gemelas


 

El gran día había llegado. Hoy la llevarían por primera vez a la escuela.

Quiso vestirse ella solita y por supuesto, se puso sus zapatos rojos, que eran sus favoritos. Aún no sabía peinarse, así que la peinaron con dos coletas. Estaba nerviosa y tenía miedo, pero se lo aguantaba.

Cuando la dejaron en aquel enorme portón y se alejaron, al verse rodeada de tanta gente desconocida y extraña, en un enorme lugar, también desconocido, le temblaron un poco las piernas. Respiró profundo y avanzó, dando pequeños pasos. Se prometió a si misma que no lloraría. Una maestra la condujo a lo que sería su salón. Se sentó hasta atrás y durante toda la mañana, evitó cruzar mirada con los otros niños. Estaba aterrada, sin embargo, quería parecer valiente.

Unas horas después, sonó la campana y salieron al receso. Había un enorme patio y jardín. Ella fue a refugiarse a un rincón, donde había un gran árbol y muchas plantas. Se aseguró que nadie la viera, y dejó que las lágrimas sostenidas durante toda la mañana, rodaran por sus mejillas. No lo escuchó, ni lo vió venir, sólo sintió una mano, limpiándole las lágrimas, mientras la otra mano, tomaba una de las suyas y le decía: "no llores, yo voy a cuidarte, nunca vas a estar sola".

Al girar su cabeza, vio unos hermosos ojos, en una linda carita, iluminada por una gran sonrisa. ¡Y llevaba puestos unos tenis rojos!. Una inmensa paz la invadió. 

Se volvieron inseparables desde ese día. Jugaban, reían, aprendían y soñaban, juntos. Adoraba ir a la escuela. Él se había convertido en su mejor amigo. "Me gusta mucho la Luna", él le había contado, un viernes, mientras esperaban a la salida de clases, que los recogieran. "Cuando me siento solo, le platico, para que cuando tú la veas, te de mis mensajes, y así, es como si estuviéramos juntos, platicando y jugando". Llegaron primero por él, como siempre, pero no era alguno de sus padres quienes lo recogían, era su nana. Fue la última vez que lo vió.

Llegó el lunes, y él nunca llegó. Ni al día siguiente. Escuchó a las maestras comentar que tal vez estaba enfermo. Pensó mucho en él, deseando se recuperara pronto y fuera a la escuela, lo extrañaba mucho. Por la noche buscó a la Luna, para pedirle que le dijera que lo estaba esperando. 

Esa noche, tuvo pesadillas, le empezó a doler mucho el pecho y la panza. Soñó con él, le decía que nunca estaría sola, y que pronto regresaría a cuidarla, pero lo veía alejándose, cada vez más. Por la mañana no quiso ir a la escuela. Se negó rotundamente. Sus papás le dieron una fuerte nalgada, le dijeron que bastaba de rabietas, que iría a la escuela y PUNTO.

En cuanto entró a la escuela, vio a su maestra, la abrazó y se puso a llorar desconsoladamente. Tenía mucho miedo. La maestra la abrazó, mientras la llevaba a su salón, le dijo todo estaría bien. Pero no, no todo estaba bien. Él no estaba.

Cuando se acercaba la hora de la salida, vió que los padres de todos, habían llegado antes. Escuchó como la directora decía que Él, ya no volvería más a clases, y que las clases se suspenderían unos días, ya que no sabían aún si era contagioso. Su enfermedad era grave y no había sido detectada a tiempo, ya que sus padres viajaban constantemente. Él, casi siempre, estaba bajo el cuidado de su nana. Nunca lo llevó al médico. 

Nunca antes, había escuchado hablar de la muerte. Tenía muchas preguntas, que nadie le contestó. Ella seguía viéndolo y hablando con él, cada noche, a través de la Luna en el cielo. Hasta que alguien se dió cuenta, y la regañó por ello. Él está muerto, le dijeron, y no está bien que hables con alguien que ya no está. Ella señalaba a una estrella, junto a la Luna y decía que ahí estaba él, junto a Dios. Nuevamente, fue fuertemente reprendida: "nunca mas vuelvas a decir eso, Dios no existe y PUNTO".

Ella creció, tratando de nunca pensar en él, porque era un recuerdo sumamente doloroso. Nunca pudo entender cómo pudo pasar eso, como nunca pudieron despedirse, porqué no lo habían llevado al médico antes, porqué sus padres lo dejaban siempre solo, porqué había perdido a su mejor amigo, porqué la había dejado sola, cuando le había prometido que nunca lo haría. Dejó de mencionar a Dios, dejó de hablar acerca de las veces, que en sus sueños, él venía a visitarla; y con el tiempo, incluso llegó a olvidarlo, sepultándolo en sus recuerdos; sin embargo, a escondidas, siguió hablándole siempre a la Luna...


Muchos años después, -cuando ella ya era grande-, lo conoció a Él, en una esquina. Su bello rostro, iluminado por una gran sonrisa y sus hermosos ojos profundos le resultaban de cierta manera, familiares, pero no sabía de dónde o cuándo.

No sabía porqué, pero a ella siempre le habían gustado los zapatos rojos. ¿Porqué Él le resultaba tan familiar? 

Resolvió el misterio el día en que ella lo vió elegir y usar unos tenis rojos. Su corazón palpitó con alegría. En ese momento, su alma finalmente entendió. 

...  y su fe en Dios, recuperó.


Ilustración: VICkie Wade
Microrelato: Jessica Soler • Octubre 2020 • Una historia de la realidad que a veces parece ficción o de la ficción que a veces parece realidad. Para Juan Carlos Hoffman Estrada †

domingo, 5 de julio de 2020

Ziya...


En la oscuridad del desierto,
una fogata resplandecía,
bajo su luz rojiza,
sus ojos profundos por última vez contempló.

Era una mujer del desierto,
de la tribu de los abandonados de Dios
princesa guerrera, Touareg, 
en azul vistió.

En el lecho de su muerte,
Ella le prometió
hasta lo imposible haría 
y algún día lo encontraría.

"Quizá tarde una vida,
o varias,
pero te buscaré
por toda la eternidad

Te amo, 
por siempre
y para siempre
Guapísimo Caballero".

La maldición que sobre ellos
habían ejecutado,
su felicidad
les arrebató.

Él, en un principio,
de Ella había dudado.
Cuando logró darse cuenta, era tarde: 
la habían envenenado.

En un acto de inmenso amor,
Él acabaría pronto con su sufrimiento:
de una puñalada certera
al veneno le ganó.

Le dolía tanto el corazón
que sentía perdería la razón.
Desesperado, 
en el firmamento la buscó.

Entre las penumbras,
desfiando a toda maldad
con su Luz, Ziya,
en el cielo apareció.

Redonda, brillante
completamente iluminada,
la nueva Luna Llena.
al viento le susurró:

Borra su memoria,
acaba con su dolor.
Cuando Ella lo encuentre,
en Él, resurgirá el Amor.


Ilustración:Autor desconocido
Poesía: Jessica Soler • 5 Julio, 2020 






jueves, 13 de febrero de 2020

Pláticas con la Luna IX





Se sentó, 
sin prisa, 
a contemplar a la distancia.

Él pasaría 
de la fascinación causada 
por su cara iluminada,

a ser olvidado 
a la llegada de las sombras
y sus noches oscuras.

Entre la densa neblina,
logró vislumbrar
la manipulación 

y el hechizo,
al cual fue sometido,
y rendido había caído.

Al hombre que en el jaguar habita, 
con sus artimañas
conquistó.

Sus debilidades conocía,
y así, uno más en la lista,
Él se convirtió.

Ella sabía con certeza,
que tarde o temprano, 
él sería olvidado. 

En su corazón
algo le decía,
que en otro tiempo, 

o en otra vida, 
juntos, nuevamente

a su Luna contemplarían.


Ilustración:Valeriane Leblond 
Poesía: Jessica Soler • 17 Octubre, 2019