martes, 2 de julio de 2019

594







Hace 365 días, en la víspera de un extraño atardecer, Él le entregó un pequeño obsequio. Las nubes oscuras cubrían el horizonte, mientras el Sol descendía, para ocultarse. Usualmente, el cielo se hubiera incendiado, cubriéndose de pinceladas amarillas, anaranjadas, rojas, quizá hasta moradas. Esa tarde, únicamente su faz, redonda, estaba iluminada. 



Un año después, Ella recordaba vivamente ese ocaso, como si de un presagio se tratara: fue antesala a los días oscuros que le precedieron. 



El pequeño obsequio, era ahora su tesoro: Él lo había fabricado con sus propias manos. Estaba hecho de cobre, el mejor conductor conocido, de calor y electricidad. Elemento que Él casi a diario manipulaba.



Todos los días, a la víspera del día, lo último que Ella veía al cerrar los ojos para dormir, era la imagen de su rostro: sus ojos profundos, su bella sonrisa. A la víspera del día 593, esa imagen no desaparecía, por más que intentaba borrarla.

Amaneció. Una extraña sensación se había apoderado de Ella. Se sentía inquieta. Él había aparecido en sus sueños, continuamente. Al abrir los ojos, instintivamente, acarició con sus dedos al pequeño obsequio, el cual estaba, como siempre, junto a su cama. Lo soltó al instante: estaba caliente y un toque le dió.

Se la hacía tarde, así que olvidó el incidente y salió presurosa de casa. Llegó a tiempo a su primer cita, la cual se prolongó. Salió presurosa, rumbo a la siguiente cita, ya iba algo tarde. Ella no acostumbraba a atender al teléfono mientras conducía, pero éste no paraba de sonar, así que se orilló para atenderlo. Mientras hablaba, vió una imagen que le pareció conocida, por el espejo retrovisor. Se bajó del auto.



Un racimo de mariposas, cual oleaje tempestuoso, se apoderó de ella. Las sentía revolotear en su estómago, en su pecho, en su alma...

No vió claramente su rostro, ni vió sus ojos profundos, ni su bella sonrisa, pero estaba segura que esa silueta, cuya imagen le había parecido conocida, era la de Él. De todas las personas que habitan en este mundo, Él era el único que irradiaba esa energía, capaz de hacerla vibrar así. Lo había hecho desde el primer día.



Su mente la atormentó con mil pensamientos simultáneos, su corazón parecía querer hacer estallar a su pecho: quería correr a abrazarlo, quería decirle cuánto lo extrañaba y tantas otras cosas que quedaban por decirle. Sin embargo, Ella, cuya impavidez la caracterizaba, se había quedado congelada. 


Inmediatamente recordó el incidente con el pequeño obsequio, acontecido por la mañana. 



No quiso distraerlo: Él, electricidad manipulaba. Ella, tenía que marcharse, ya iba retrasada. 




Era el día quinientos noventa y cuatro. 
O quizá, aún no llegaba el primer día...



Foto: Jessica Soler • Julio 2, 2018 
Microrelato: Jessica Soler • Julio 2, 2019 • Una historia de la realidad que a veces parece ficción o de la ficción que a veces parece realidad.

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