Era una noche como tantas otras. A simple vista, sólo había oscuridad.
Ella ya se había acostumbrado a esa penumbra y a pesar de la negrura del firmamento, estaba tranquila y sonreía para sí misma.
Cerraba sus ojos con fuerza y al abrirlos, podía verlas, brillando tenuemente.
Cientos de estrellas, cual pincelada descuidada cuya pintura contenida salpica por aquí y por allá, parecían guiñarle constantemente.
Pese a la tristeza que su mente contenía en los últimos días, su alma abrigaba esperanza.
Presentía que muy pronto, nuevamente su luz vendría a iluminarla.
Los versos que antes fluían y de pronto se le acabaron, en forma de prosa regresaron.
La inspiración perdida volvió.
Y a su Luna nuevamente le platicó.
Relato: Jessica Soler • 30 Marzo, 2019
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