Visitar Compostela fué una experiencia enriquecedora. Honestamente, que no sabía hacia dónde apuntar el lente de la cámara y hacer "click". Hacia donde dirigía la mirada, había INSTANTES llenos de México, de sus colores múltiples, de rostros y expresiones, de personajes, de contrastes, de cultura, de detalles que te hacen reflexionar o que te inspiran.
En especial, me ha encantado esa mezcla de la realidad que somos los mexicanos. Los rancheros, los citadinos, los paisas que emigraron al norte y volvieron, o los que están allá y envían dinero para sus familias de aquí, los indígenas, que luchan cada día para no perder su identidad en este mundo cada día más globalizado y engullidor. En Compostela casi no hay hombres jóvenes, la mayoría han emigrado al país vecino del norte. La gente que llena la plaza de la ciudad, como si de un día de feria o mercado se tratase, no vive ahí. Llegan de los alrededores, de los pueblitos costeros, de las rancherías, de los pueblitos de la Sierra Madre. Madrugan. Su trayecto puede ser de varias horas. Llegan, se surten de lo necesario en las tienditas y el mercado y vuelven.
Estos huicholes, esperaban tomar el camioncito que los acercaría un poco, de ahí, una larga caminata, hasta su poblado, perdido en la sierra.
NOTA: las placas del auto, son de California, como muchas de las que llevan las camionetas de los ranchitos de aquí.
El que se haya ido al "norte" y no vuelve con un carrito o camioneta y dinero para construir su casita, mejor no vuelve. Los vecinos y la familia pensarían que es un fracasado...
Foto: Jessica Soler • Marzo 5, 2007 • Compostela, Nayarit
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